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Imprimir billetes o no imprimir billetes: esa es la cuestión

Comentamos hace unos días las complejidades derivadas de la idea de que el Estado colombiano le pida prestado dinero al Banco de la República para hacerle frente al déficit en las cuentas públicas, cubrir el gasto de emergencia al que ha obligado la pandemia y garantizar la continuidad de diversos programas sociales –aun llevando una nueva reforma tributaria.


Esta, sin embargo, no es la única propuesta polémica que ha surgido con el objetivo de fortalecer el panorama fiscal del país y garantizar la capacidad adquisitiva de las personas. También se ha planteado la posibilidad de que, sin recurrir al formalismo de los préstamos del Banco de la República al Gobierno, el banco central simplemente imprima billetes con el objetivo de entregar giros de dinero a los hogares más afectados por la emergencia.


La idea, que circuló en algunos espacios legislativos y de opinión durante el segundo semestre de 2020, ha vuelto a discutirse en medios de comunicación. A juicio del senador y candidato presidencial, Gustavo Petro, Colombia tiene que emitir, como hizo la Unión Europea y como hizo Estados Unidos. La idea es respaldar la capacidad de consumo de las personas más pobres y, a su vez, reducir las tasas de interés que paga el Estado al momento de endeudarse, puesto que –al igual que con el escenario de un eventual préstamo– la deuda se contraería con el Banco de la República.


¿Qué tan viable resulta esta idea? En la medida en que haya más dinero en la calle –más billetes–, este pierde valor. Sobre el papel, la consecuencia es que el peso se devaluaría y la inflación aumentaría. Si hay más dinero –más billetes o “masa monetaria”– en la calle, pero no más reservas o crecimiento económico, también se observarían consecuencias como el encarecimiento del crédito tanto público como privado.


En abril pasado, durante la presentación del informe de la Junta Directiva al Congreso, el gerente General del Banco de la República, Leonardo Villar dejó en claro que no considera que “imprimir billetes” sea el camino, pues el país perdería “esa credibilidad y esa confianza que nos ha permitido actuar en forma tan constructiva y contracíclica”.


Cuando se habla de propuestas de este calado suele citarse como ejemplo la economía venezolana. El país vecino ha visto cómo en los últimos años un exceso de dinero circulando ha tenido como consecuencia que el bolívar tenga un valor cada vez más reducido.


Cabe anotar, eso sí, que en medio del clima de campaña electoral que vive el país –y más cuando se trata de temas que “nos van a volver como Venezuela”–, los análisis corren el riesgo de apartarse de criterios objetivos, centrándose más en el tono de la campaña.


La realidad es que, así como en el caso del hipotético préstamo al Estado, el Banco de la República podría moverse en esta dirección. Se necesitaría, eso sí, de un consenso unánime –un escenario que, de entrada, es altamente improbable–. Además, es importante señalar que el presidente de la República no tiene facultad alguna para emitir dinero. Para obtener esos poderes tendría primero que aprobarse una reforma constitucional que cambie la forma en que opera y las atribuciones del Banco de la República. ‘Volvernos Venezuela’ a punta de emisión sería, pues, bastante difícil, puesto que la Constitución Política lo impide.


Las salvaguardas legales y los reparos de amplios sectores de la opinión pública hacen que la idea de emitir dinero para mejorar la capacidad adquisitiva de las personas esté lejos de hacerse realidad. Sin embargo, es valioso que la opinión pública debata este tipo de propuestas con argumentos aterrizados en la realidad institucional del país –algo que debe privilegiarse tanto en el contexto de campaña como de discusión de una nueva reforma tributaria.

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